Los cardenales exigen saber la verdad antes de entrar en el cónclave
5 marzo, 2013
Antes de esconderse para el mundo, Benedicto XVI dejó dicho que el
informe sobre los escándalos del Vaticano que encargó a tres cardenales
octogenarios solo podría ser conocido por su sucesor.
Pero ¿cómo elegir
un nuevo papa sin saber el calado y la naturaleza de los males que aquejan a la Iglesia? Durante la primera congregación preparatoria del cónclave,
en la que han participado este lunes 142 de los 207 que forman el
colegio cardenalicio, se han empezado a escuchar las primeras voces de
inquietud.
El primero en expresar sin rodeos la preocupación creciente
ha sido el cardenal Raymundo Damasceno, arzobispo de Aparecida y
presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil: “¿Por qué los
cardenales que somos los consejeros más próximos al Papa no podemos
tener acceso a dichos documentos?”.
Pero no ha sido el único. También un
cardenal mayor de 80 años —y por tanto sin derecho a voto— ha confiado a
la agencia Reuters que es indispensable conocer la verdad de lo que
sucede en la Santa Sede antes de encerrarse en la Capilla Sixtina.
Según
la prensa italiana, el informe sobre el caso Vatileaks fue determinante en la renuncia de Joseph Ratzinger y refleja las luchas por el poder y el dinero que libran algunos miembros de la curia.
Brasil, que conoce bien su papel de potencia mundial emergente, no se
conforma con tener más peso en los foros políticos y económicos
internacionales, también en los que se debaten los asuntos de la
Iglesia. Para algo es el país con más católicos del mundo.
Así que los cinco cardenales brasileños
que participarán en el cónclave ya se han hecho notar pidiendo
explícitamente conocer los documentos secretos sobre los escándalos
vaticanos.
Además de preguntarse retóricamente por qué los cardenales no
pueden tener acceso a una información tan sensible, el presidente de la
Conferencia Episcopal de Brasil añadió de forma tajante: “Creo que es
justo y necesario que los cardenales tengamos esa información antes de
elegir al sucesor de Benedicto XVI”. El cardenal Damasceno informó de
que, además de los brasileños, “todos los demás cardenales desean
conocer ese informe secreto”.
Sus palabras fueron refrendadas por el cardenal de Salvador de Bahía,
Geraldo Majella Agnelo, un veterano de los cónclaves: “¿Por qué no se
nos ha entregado aún ese documento secreto? Yo quiero conocer su
contenido… Todos los cardenales quieren”.
El cardenal que, bajo
anonimato, informa a la agencia Reuters insiste en esa teoría. No hay
que olvidar que, desde hace más de un año, el Vaticano viene siendo
golpeado por un escándalo tras otro.
Tras la difusión de la
correspondencia secreta de Benedicto XVI —aquellas cartas en las que se
hablaba de conspiraciones para matar al Papa, de sucios juegos de poder
entre altos cargos de la curia, de corrupción y hasta de conductas
contrarias al sexto mandamiento—fue detenido, encarcelado, juzgado y
condenado Paolo Gabriele, el mayordomo del Papa.
Aunque el otrora fiel
Paoletto fue declarado el único culpable oficial, Joseph Ratzinger
encargó a tres cardenales de su confianza —Jozef Tomko, Salvatore De
Giorgi y Julián Herranz— que elaboraran un informe secreto con toda la
verdad sobre el asunto.
La investigación, de la que fue teniendo
información puntual Benedicto XVI, no se incorporó al juicio en el que
se condenó —con penas simbólicas— al mayordomo y a un informático amigo
suyo. Tampoco se llegaron a conocer los verdaderos motivos por los que
fue expulsado de manera intempestiva el anterior presidente del banco
del Vaticano, Ettore Gotti Tedeschi.
Los cardenales consideran ahora que
la lectura del misterioso informe secreto puede ayudarles a establecer
el perfil del papa que ahora necesita la Iglesia.
Por supuesto que, oficialmente, no se sabrá nada de nada. Tras la
primera reunión del colegio cardenalicio, el portavoz del Vaticano,
Federico Lombardi, se negó a especular sobre si los cardenales tendrán o
no acceso al dichoso informe, pero sí admitió como “normal” que algunos
quieran conocer detalles de la situación del Vaticano.
Las llamadas
congregaciones generales tienen por objetivo fijar el calendario del
cónclave, discutir sobre la situación de la Iglesia e ir fijando
posiciones ante la elección del nuevo pontífice. En la primera reunión
participaron 142 cardenales, de los que 103 son electores —menores de 80
años—. Solo ellos podrán entrar en la Capilla Sixtina.
Hasta ahora,
para elegir a un nuevo papa había que esperar al menos 15 días después
de la muerte —o la renuncia— del anterior. Pero antes de marcharse a
Castel Gandolfo, Ratzinger publicó un Motu Proprio
—documento papal— según el cual se podría adelantar el cónclave siempre
y cuando todos los cardenales electores estuvieran en Roma.
Los
electores son 117. Según señaló el padre Lombardi, entre los que faltan
por llegar se encuentra el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco
Varela. Dos de los electores han renunciado, uno por enfermedad -—el
indonesio Julius Darmaatmadja— y otro —el británico Keith OBrien— por un asunto más doloroso para la comunidad católica.
Antes de cada reunión preparatoria, los cardenales tienen la
obligación de jurar ante un crucifijo y con una mano sobre la Biblia que
mantendrán el secreto de todo lo que allí se hable. Un hermetismo que hoy ha intentado saltarse un espontáneo
que se ha presentado disfrazado de obispo. Una cruz demasiado grande y
una sotana demasiado corta lo han delatado enseguida.
Al margen de la
anécdota, el próximo cónclave reúne, si cabe, una importancia mayor que
los anteriores. No se trata solo de elegir un buen pastor para los
católicos, sino también de enviar al mundo una señal de cambio, de
propósito de enmienda. El Papa será el mensaje.
Fuente: Elpaís
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