LA CREACIÓN DEL "YO OBSERVADOR"
Por David Topi
Oír y ver cosas que están fuera de lo que nuestros sentidos captan está empezando a ser algo más que común para una gran parte de la población humana, desde aquellos que sienten la presencia de sus familiares fallecidos con total nitidez y claridad, hasta aquellos que perciben solapamiento entre realidades y cosas que están sucediendo que no tienen demasiada lógica para la mente racional.
Es importante darse cuenta que son procesos que están yendo in crescendo, y que seguirán así, al mismo tiempo que rompen las estructuras rígidas de los sistemas de creencias de muchas personas que, hasta ahora, no habían contemplado nunca la posibilidad de que algo más allá de lo que sus sentidos físicos captan, pudiera tener una realidad objetiva.
El sistema de control está entrando en modo pánico, aunque suene exagerado, porque no pueden abarcar con los métodos tradicionales todo lo que se les está yendo de las manos. El solo hecho de que cada vez más personas busquen alternativas saludables para mantener su sistema físico y energético en buen estado, el solo hecho de que menos gente (pero aun mucha) crea en lo que sale en las noticias, el solo hecho de que empiece a ser normal cuestionarse todo lo que nos han explicado, son pasos hacia un cambio inevitable en las estructuras de la realidad, que aun avanzando a ritmo de caracol, avanza sin parar.
Abriendo brechas a la consciencia
A nosotros, mientras esto sucede gracias a los cambios que se dan en todas y cada una de las personas a nivel individual, nos toca seguir desmontando lo que tenemos “aquí dentro”, que impide tomar el control de lo que proyectamos “ahí fuera”. Para desmontar lo que tenemos en nosotros mismos, a nivel de programación, de patrones limitadores, de creencias falsas, y un largo etc. de componentes imbuidos en nuestra psique, hemos de seguir comprendiendo cómo funciona esta, y sacando a la luz aquello que, de alguna manera, abrirá alguna pequeña brecha para que flashes de consciencia pura, puedan alcanzar la psique y nuestra mente, y encontrar pequeños huecos para manifestarse e ir tomando el control del piloto automático que representa el programa ego, sus múltiples facetas y Yoes, y los componentes de la personalidad que de estos dependen.
Si en la entrada anterior habíamos hablado de que nuestra esfera de consciencia fue completamente revertida para obligarnos a desconectar la conexión interior con aquello que somos realmente, lo que no habíamos dicho es que esta conexión se ha mantenido siempre latente, pero inactiva, simplemente porque no se puede eliminar al 100%, sino es sesgando por completo el enlace entre ser y cuerpo físico, algo que solo ocurre al momento de la muerte.
Así, a pesar de no ser consciente de ello, siempre hay una forma que, desde el interior de nuestra propia esfera de consciencia, nuestro Yo Superior establezca un punto de conexión con uno de nuestros Yos, el Yo que usualmente llamamos el “yo observador”, según la terminología de Gurdjieff, que no era más que aquella parte de nuestra consciencia artificial, la que se genera en la superficie de la esfera de consciencia y que da lugar a nuestra “personalidad”, que es capaz de darse cuenta del caos y de los diferentes Yos y subpersonalidades que existen en uno mismo, y, además, es capaz de darse cuenta de la otra parte latente que espera ser conectada: el Yo Superior.
Así, cuando este “yo observador” está listo para poder hacer de puente entre el ser y el resto de la personalidad, esta última parte de nosotros empieza a recibir, a veces de forma esporádica, a veces tras haberlo trabajado con técnicas de meditación, de introspección, o cosas por el estilo, esa energía desde nuestro ser que empieza a formar un enlace que proporciona un primer canal de conexión consciente entre la personalidad y el Yo Superior.
Construyendo al yo observador
Pero claro, para que aparezca el yo observador ¿qué hay que hacer? Hay que observarse. Lógico, pero no fácil. ¿Porqué?
Porque para que uno de tus Yos o subpersonalidades sea capaz de dirimir y darse cuenta de lo que estás pensando, sintiendo y haciendo en todo momento, hay que dotarlo de poder para ello, lo cual significa que hay que aplicar la fuerza de la voluntad para poder ponernos en modo “mirar hacia dentro”, y esto, en la mayoría de personas, dura lo que dura el anuncio de la tele que estamos viendo, o lo que tardamos en perder el control sobre el programa ego que entonces nos salta a cualquier otro pensamiento, activando las rutinas de causalidad, y sacándonos del estado de la autobservación casi inmediatamente, ya que se siente amenazado por procesos que están bajo el control de la voluntad supeditada al Yo Superior que desea provocar cambios en la personalidad, para que esta reconozca la parte interior y más elevada que poseemos, algo que va en contra de la programación estándar que tenemos por defecto.
Bien, entonces, suponemos que durante una temporada hemos conseguido auto observarnos y vamos dotando al yo observador de poder para darse cuenta cada vez que hemos caído en un estado de automatismo inconsciente. Cada vez que nos damos cuenta de eso, volvemos a tener, por unos segundos, el control de nuestra existencia, luego la perdemos, luego la volvemos a recuperar.
Así, poco a poco se forja el yo observador, que llega un momento en que se convierte en uno de los yos o sub-personalidades más fuertes que poseemos, y que ocupa entonces parte importante de la superficie de la esfera de consciencia para poder ser aquella parte de nosotros que está más abierta a la comunicación hacia “el interior” de uno mismo, mediante el enlace creado desde el centro de la esfera de consciencia hacia la superficie de la misma.
Reforzando la conexión
A partir de aquí, y si esto se refuerza con el tiempo, el trabajo personal y la constancia, el enlace se hace más fuerte, la consciencia del Yo Superior puede acceder con más facilidad a la personalidad, y la comunicación es más fluida.
La información y respuestas que siempre nos han hecho creer que estaban ahí fuera, ahora son fácilmente accesible “aquí dentro”, pues a través del enlace limpio, desprogramado, sin filtros, etc., entre el yo observador – Yo Superior (es más complejo, pero lo simplificamos así), uno tiene acceso al enorme repositorio de información que es la Creación como tal, y la totalidad de lo que contiene.
Este proceso es vital, no se puede dar de otra forma para conseguir una conexión directa y estable con lo más profundo de nosotros mismos, y es la conexión más segura y protegida que existe una vez se han eliminado miedos, topes, barreras, protecciones y programas que están insertados ahí para que esto no se produzca ni se lleve a cabo.
La desprogramación y eliminación de todo eso es importante, pero también requiere que en el extremo receptor haya una parte de la personalidad lista, abierta y receptiva para enlazar al centro de la esfera de consciencia por donde fluye ininterrumpidamente el flujo de información, energía y conocimiento proveniente de esos otros niveles más elevados de la estructura multidimensional que forma esto que llamamos “ser humano”.
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