Eckhart Tolle
"Cuando te haces amigo del momento presente, te sientes como en casa donde quiera que estés. Si no te sientes cómodo en el Ahora, te sentirás incómodo donde quiera que vayas".
Cuando
puedas, echa una «mirada» a tu interior para ver si estás creando
conflicto inconscientemente entre lo interno y lo externo, entre las
circunstancias externas del momento —dónde estás, con quién y lo que
estás haciendo— y tus pensamientos y sentimientos.
¿Puedes sentir lo doloroso que es oponerse internamente a lo que es?
Cuando
reconoces este hecho, también te das cuenta de que ahora eres libre de
renunciar a este conflicto fútil, al estado interno de guerra.
Si
verbalizaras tu realidad del momento, ¿cuántas veces al día tendrías
que decirte: «No quiero estar donde estoy»? ¿Cómo te sientes cuando no
quieres estar donde estás: en el embotellamiento, en tu puesto de
trabajo, en la sala de espera del aeropuerto con la gente que te
acompaña?
Sin duda es cierto que lo mejor que se puede hacer en ciertos lugares es salir de ellos, y a veces eso es lo más apropiado.
No obstante, en muchos casos, no tienes la opción de irte.
En
esas situaciones, el «no quiero estar aquí», además de inútil, es
disfuncional. Te hace infeliz y hace infelices a los demás.
Ha sido dicho: dondequiera que llegues, allí estás.
En otras palabras: estás aquí. Siempre. ¿Es tan duro de aceptar?
¿Realmente
necesitas etiquetar mentalmente cada percepción sensorial y cada
experiencia? ¿Necesitas tener esa relación reactiva de gusto o de
disgusto ante la vida, que te lleva a estar continuamente en conflicto
con personas y situaciones? ¿O se trata únicamente de un hábito mental
profundamente arraigado que puedes romper? Sin hacer nada en
particular; simplemente, dejando que este momento sea como es.
El
«no» habitual y reactivo fortalece el ego. El «sí» lo debilita. Tu
identidad en la forma, el ego, no puede sobrevivir a la rendición.
«Tengo
muchas cosas que hacer.» Sí, pero ¿cuál es la calidad de tu hacer?
Conducir yendo al trabajo, hablar con los clientes, trabajar en el
ordenador, hacer recados, atender las innumerables cosas que
constituyen tu vida... ¿Hasta qué punto eres total en lo que haces? ¿Es
tu acción una rendición o una resistencia?
Esto es lo que determina el éxito que consigues en la vida, no la cantidad de esfuerzo que pongas.
El esfuerzo implica estrés, tensión, necesidad de alcanzar cierto punto en el futuro o de conseguir algún resultado.
¿Puedes
llegar a detectar en tu interior la más leve sombra de no querer estar
haciendo lo que estás haciendo? Eso es una negación de la vida, y por
ello no puedes conseguir un resultado verdaderamente exitoso.
Si has sido capaz de detectar esa negación en ti ¿puedes también dejarlo y ser total en lo que haces?
«Hacer una cosa cada vez»; así es como un maestro Zen definió la esencia del Zen.
Hacer
una cosa cada vez significa ser total en lo que haces, prestarle toda
tu atención. Eso es acción rendida, acción poderosa.
Tu
aceptación de lo que es te lleva a un nivel más profundo, donde tanto
tu estado interno como tu sentido del yo no dependen ya de que la mente
los juzgue «buenos» o «malos».
Cuando dices «sí» a la
vida tal como es, cuando aceptas este momento como es, puedes sentir
dentro de ti un espacio profundamente pacífico.
Superficialmente
puedes seguir sintiéndote feliz cuando hace sol y menos feliz cuando
llueve; puedes sentirte feliz si ganas un millón de euros e infeliz si
pierdes todas tus posesiones. Sin embargo, la felicidad y la
infelicidad ya no calan tan hondo. Son olas en la superficie de tu Ser.
La paz de fondo que hay dentro de ti permanece inmutable en
cualesquiera que sean las condiciones externas.
El «sí a
lo que es» revela una dimensión de profundidad en ti que no depende ni
de las condiciones externas ni de la condición interna de los
pensamientos y emociones en constante fluctuación.
La
rendición se vuelve mucho más fácil cuando te das cuenta de la
naturaleza efímera de todas las experiencias, y de que el mundo no
puede darte nada de valor duradero.
Entonces sigues
conociendo gente, sigues teniendo experiencias y participando en
actividades, pero sin los deseos y miedos del ego. Es decir, ya no
exiges que una situación, persona, lugar o suceso te satisfaga o te
haga feliz. Dejas ser a su naturaleza pasajera e imperfecta.
Y
el milagro es que, cuando dejas de exigirle lo imposible, cada
situación, persona, lugar o suceso se vuelve no sólo satisfactorio,
sino también más armonioso, más pacífico.
Cuando aceptas
este momento completamente, cuando ya no discutes con lo que es, el
pensamiento compulsivo mengua y es remplazado por una quietud alerta.
Eres
plenamente consciente, y sin embargo la mente no pone ninguna etiqueta
a este momento. Este estado de no-resistencia interna te abre a la
conciencia incondicionada, que es infinitamente mayor que la mente
humana.
Entonces esta vasta inteligencia puede expresarse
a través de ti y ayudarte, tanto desde dentro como desde fuera. Por
eso, cuando abandonas la resistencia interna, a menudo descubres que
las circunstancias cambian para mejor.
¿Estoy diciendo: «Disfruta este momento. Sé feliz»? No.
Permite que se exprese este momento tal como es.
Eso es suficiente.
Rendirse
es rendirse a este momento, no a una historia a través de la cual
interpretas este momento y después tratas de resignarte a él.
Por ejemplo, puede que estés tullido y que ya no puedas caminar. Tu estado es lo que es.
Tal vez tu mente esté creando una historia que diga:
«A esto se ha reducido mi vida. He acabado en una silla de ruedas. La vida me ha tratado con dureza, injustamente.
No me merezco esto.»
¿Puedes aceptar que este momento es como es y no confundirlo con la historia que la mente ha creado a su alrededor?
La rendición llega cuando dejas de preguntar; « ¿Por qué me está pasando esto a mí?»
Incluso
en las situaciones aparentemente más inaceptables y dolorosas se
esconde un bien mayor, y cada desastre lleva en su seno la semilla de
la gracia.
A lo largo de la historia, siempre ha habido
mujeres y hombres que, cuando tuvieron que hacer frente a grandes
pérdidas, enfermedades, prisión o muerte inminente, aceptaron lo
aparentemente inaceptable, y así hallaron «la paz que supera toda
comprensión».
La aceptación de lo inaceptable es la mayor fuente de gracia en este mundo.
Hay
situaciones en las que todas las respuestas y explicaciones fracasan.
La vida deja de tener sentido. O alguien que está pasando un apuro
viene a pedirte ayuda, y tú no sabes qué decir ni qué hacer.
Cuando
aceptas plenamente que no sabes, renuncias a esforzarte por encontrar
respuestas con la mente pensante y limitada, y es entonces cuando una
inteligencia mayor puede operar a través de ti. En ese instante, hasta
el pensamiento puede beneficiarse, porque la inteligencia mayor puede
fluir a él e inspirarlo.
A veces, rendición significa renunciar a tratar de comprender y sentirse cómodo en el desconocimiento.
¿Conoces
a ese tipo de persona cuya principal función en la vida parece ser la
de ser desgraciada y hacer desgraciados a los demás, la de extender la
infelicidad? Perdónales, porque ellos también forman parte del
despertar de la humanidad.
Representan una intensificación de la pesadilla de la conciencia egótica, del estado de no-rendicíón.
En su función no hay nada personal. Ellos no son eso.
Uno podría decir que rendirse es la transición interna de la resistencia a la aceptación, del «no» al «sí».
Cuando
te rindes, tu sentido del yo pasa de estar identificado con una
reacción o juicio mental a ser el espacio que rodea a la reacción o al
juicio. Es pasar de identificarte con la forma —el pensamiento o
emoción— a ser y reconocerte como aquello que no tiene forma, la
conciencia espaciosa.
Lo que aceptes completamente te
hará sentirte en paz, incluyendo la aceptación de que no puedes
aceptar, de que te estás resistiendo.
Deja la Vida en paz. Déjala ser.
Eckhart Tolle
No hay comentarios:
Publicar un comentario