Por Sarah Varcas
11 de Marzo 2015
Los
eclipses se presentan en grupos de dos o tres dentro de una temporada
de eclipses que dura 36 días. Durante ese período, cualquier Luna Llena o
Nueva ocurre como Eclipse Lunar o Solar respectivamente.
Una temporada
de eclipses se presenta cuando el Sol está dentro de los 18 grados de
uno de los Nodos de la Luna, esto es, los puntos en el recorrido orbital
de la Luna donde se cruza con el recorrido del Sol. Las temporadas de
eclipses surgen cada seis meses.
¡Los Eclipses son nosotros!
En
general, los eclipses tienen mala reputación, sin duda a causa del
miedo que provocaban en días pasados, cuando los eclipses totales
dejaban a un pueblo en la oscuridad, y la luz - sostén de la vida - era
erradicada por una fuerza aparentemente todopoderosa.
Hoy en día
estamos mejor informados sobre los mecanismos cósmicos de un eclipse.
Sabemos que la luz, ya sea solar o lunar, regresará, y nos maravillamos
ante el evento si tenemos la suerte de experimentarlo, sin temer por
nuestras vidas en ese proceso. Pero todavía la psiquis colectiva teme a
los eclipses y a todo lo que pueden traer a nuestra puerta.
En
tanto yo nunca sugeriría que el miedo sea una respuesta útil ante un
eclipse próximo, ciertamente aconsejaría prudencia en términos de
nuestro nivel de consciencia. Los eclipses son, por cierto, momentos de
gran potencia en que se pueden desatar sobre nosotros fuerzas desde el
interior y desde el exterior, y debemos estar alertas ante su acción
sobre nuestras vidas.
A diferencia de nuestros antepasados, sin embargo,
podemos reconocer que estas no son fuerzas separadas de nosotros, que
intentan nuestra desgracia, sino fuerzas desde nuestro interior que
intentan la expresión y el reconocimiento.
Sí, los eclipses a veces nos
traen eventos que pueden poner nuestras vidas en total agitación en ese
momento, pero en una vida nunca sucede nada que no sea característico
del individuo de cuya vida se trata.
La astrología nos enseña eso por
encima de todo. Vivimos la energía de nuestra carta natal y vamos
tejiendo nuestro propio patrón e hilándolo en ella. Nuestro nacimiento
nos da la materia prima, pero nosotros ponemos en ella nuestro sello con
cada palabra, acción, pensamiento y respiración.
Y así
sucede durante una temporada de eclipses porque, lo que sea que nos trae
- por muy sorprendentes, improbables, chocantes o bienvenidos que sean
los eventos - nace del campo de energía esencial que somos nosotros, tú y
yo. Son característicos de quienes somos, del camino que hemos de
recorrer y del crecimiento necesario para llegar a ser todo lo que
podemos ser.
Percibirlos como algo distinto de esto es negar la
naturaleza esencial de nuestra existencia, tejida a través del tiempo y
el espacio, conectada hacia arriba, aquí y allá, con el despliegue de
este universo en perpetua expansión que requiere que nosotros lo
acompañemos expandiéndonos.
Un eclipse puede cambiar la vida de la
persona para siempre y dejar a otra persona sin afectar, no porque uno
sea afortunado o infortunado, maldecido o bendecido, sino porque cada
individuo, por su propia naturaleza, experimenta la energía del eclipse
en la forma en que sólo él puede. En la forma en que sólo él debe
hacerlo.
Impredecibilidad Predecible
Las
temporadas de eclipses tienen efectos notablemente impredecibles. Aun
aparte de los eclipses reales, una vez que estamos en la temporada, ya
no se sabe y puede suceder cualquier cosa. A menudo la vida da una
sensación de estar acelerándose de alguna forma. Se acumula la presión y
las tensiones se desbordan cuando menos lo esperamos.
Alternativamente, pueden aparecer avances y se puede lograr un progreso
inesperado. A veces suceden ambas cosas al mismo tiempo, ¡y más aún!
Los eclipses nos enseñan que hay muchas otras dimensiones actuando en
nuestras vidas y no podemos controlarlas todas, ni por mucho que podamos
imaginar.
Estamos sujetos a toda clase de fuerzas, influencias y
energías, ante las cuales nos hemos de inclinar en tiempos como estos,
reconociendo que, como dijo una vez el Dalai Lama, "A veces es una
maravillosa suerte no obtener lo que uno quiere."
El
estudio de los efectos de los eclipses a lo largo de años me ha revelado
que suelen condensar un proceso que llevaría mucho más tiempo si no
fuera por ellos.
Una relación que pensábamos que debía terminar en los
meses siguientes, de pronto termina de la noche a la mañana. Terminada y
enterrada y se acabó. Un proyecto de trabajo que estuvimos cocinando
el año anterior y pensábamos lanzar el año siguiente, de pronto
encuentra su momento y hay que iniciarlo rápido para "aprovechar la
marea."
Ese molesto dolor que hemos notado durante unos meses, y por el
cual debiéramos haber consultado, de la noche a la mañana se vuelve
impostergable y nos encontramos en la sala de guardia del hospital. Los
eclipses esquivan el proceso y nos empujan a otra etapa.
A veces puede
ser emocionante, otras veces aterrador en extremo, pero cualquiera de
los dos nos muestra que lo que pensamos que teníamos planeado
probablemente ¡no iba a funcionar así en absoluto! Una vez que esto se
nos revela, tenemos una opción. Esta opción está en el centro del
desafío que cada temporada de eclipses presenta:
¿Nos
resistimos y luchamos contra el nuevo cronograma de nuestras vidas, o
rompemos el viejo y vamos adelante con la nueva configuración?
Por
supuesto todos sabemos probablemente la respuesta "correcta": no
resistirse al universo, sino seguirlo. Pero no es tan fácil, ¿verdad?
Estamos tan firmemente cableados para creer que nuestra vida debe ser de
cierta manera y desplegarse según nuestros propios tiempos y no los
ajenos, que cuando un suceso inesperado nos golpea de refilón nuestra
configuración por default trata de volver a como eran antes las cosas, o
nos lamentamos por el "destino injusto" que nos ha acaecido.
Puede que
nos identifiquemos tan intensamente con este enfoque que nos neguemos
incluso a buscar una manera positiva de manejar este nuevo conjunto de
circunstancias, porque hacer algo así parece equivalente a aceptarlo sin
luchar, ¡y sencillamente no estamos preparados para hacer eso!
Entonces luchamos contra los eventos en nuestras vidas, diciéndonos que
no podemos arreglarnos con el nuevo orden de cosas. Necesitamos
recuperar algún control y volver al mando.
Incluso cuando parece que
las cosas van a nuestro favor, un eclipse puede dejarnos con la
sensación de estar inestable y sin control: "No me di cuenta de que iba a
tener tanto éxito y atención," puede resultar tan inquietante como
"¿Cómo me las voy a arreglar sin la persona con que he pasado la última
década?" La esencia del desafío humano subyace a ambas preguntas:
"¿Cómo vivo cuando la vida no está a la altura de mis expectativas?"
No
sé ustedes; yo estoy cargada de expectativas desde el momento de
despertar hasta el momento en que me desplomo en la cama al fin del día.
Algunas parecen bastante insignificantes, como esperar que haya pan en
la panera para el desayuno (y a veces descubro que nos lo comimos todo y
no nos dimos cuenta); espero que salga agua de la canilla cuando voy a
llenar la pava (y casi siempre lo hace).
Otras tienen más importancia:
espero poder caminar cuando me levanto de la cama, espero que mi esposo y
yo acabemos el día juntos, y no separados por alguna tragedia
inesperada que altere nuestras vidas.
Pero la verdad es que ninguno de
nosotros sabe qué traerá el próximo momento, y la temporada de eclipses
nos recuerda este hecho colectivamente, no para resaltar los crueles
giros del destino que operan sobre nuestras vidas, sino para alentarnos a
despertar al peso de nuestras expectativas y comenzar a liberarnos de
su amarre restrictivo.
Una vez que podemos hacer esto (¡y
créanme que todavía estoy practicando!) la vida toma un color muy
diferente. El agua que sale de la canilla se vuelve un milagro cotidiano
que nos mantiene vivos. ¡La panera vacía es un recordatorio de que ni
siquiera podemos predecir el desayuno!
La tragedia que todos rogamos
para que no nos suceda, revela uno de los misterios más profundos de la
vida: que aún en nuestra hora más oscura podemos encontrar momentos,
segundos, de paz si los buscamos, y que la cosa que tememos que nos
quiebre, eventualmente puede hacernos más fuertes y más sabios.
Dentro
de la constelación de expectativas que todos llevamos, están las raíces
del descontento, la desesperación y la insatisfacción. Cuanto más
dedicamos energía a ellas, menos energía tenemos disponible para
nosotros cuando la vida no acata los planes.
La clave no es asegurarse
de que nunca suceda ¡(cosa que no podemos hacer, no importa cuánto lo
intentemos!) sino aceptar el hecho que lo hace, y por tanto reconocer
que la vida nos vive a nosotros y no a la inversa. Esto es un mensaje
central de la temporada de eclipses, algo que necesitamos aceptar y,
cuando podamos, celebrar.
Porque si la vida sólo hace lo que queremos
cuando queremos, estamos limitados para siempre a lo que han soñado
nuestras imaginaciones y expectativas en nuestras mentes pequeñitas e
irrelevantes. Una vez que le permitimos a la vida tomar el control, ni
siquiera el cielo es el límite; ¿quién sabe a dónde podría llevarnos?
Lo que consideramos un inconveniente puede transformarse en el portal
hacia una experiencia totalmente nueva. Lo que rotulamos como tragedia
se transforma en el momento en que reconocemos qué es lo que realmente
importa en la vida. Lo que vemos como fracaso puede volverse un camino
para descubrir un talento oculto que nunca supimos que teníamos.
Por
eso debiéramos dar la bienvenida a las temporadas de eclipses, junto
con todo lo que traen para nosotros, tanto en lo personal como en lo
colectivo. Porque, sea lo que sea, podemos estar seguros de que el
obstáculo más grande siempre es el que está dentro de nosotros, bajo la
forma de nuestras expectativas y presunciones sobre la vida.
En última
instancia, en este momento de cambio impredecible, lo que se está
puliendo es cómo nos manejamos con eso.
Sarah Varcas
©
Sarah Varcas 2015. Todos los derechos reservados. Se permite compartir
libremente este artículo en su totalidad si se otorga crédito total a la
autora, se distribuye libremente y se incluye la URL www.astro-awakenings.co.uk
Traducción: M. Cristina Cáffaro
Difusión: El Manantial del Caduceo
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