Es complicado explicar, muchas veces, como es posible
que estemos hablando de tantos cambios positivos, de que el proceso
evolutivo avanza sin pausa, de que estamos incrementando nuestra
vibración, que vamos a cambiar de nivel de conciencia, etc., y luego
seguir viendo que, en general, la situación global del planeta, así,
mirando por encima la cosa, parece indicar todo lo contrario.
El concepto de separación en dos de la realidad general, las dos “Tierras”,
es complejo de comprender, y mucho más complejo de ponerle palabras a
lo que significa que diferentes realidades convivan unas con otras, y
que, lo que pasa en una de ellas, no sucede en la otra. Voy a intentar
hacer una analogía de lo que está pasando, en estos momentos, a nivel
macro, usando una historia :—), y a ver si sale algo que sirva para
comprender los tiempos tan convulsos que estamos viviendo.
Una de barcos
Bienvenidos a nuestro planeta, un barco surcando las
aguas infinitas del océano que es nuestro universo. Todos vamos a bordo
del mismo. El timón lo dirige la consciencia colectiva de los que van a
bordo, pero también el mismo barco como tal, pues es consciente de si
mismo y puede orientar sus velas y su dirección según le convenga.
Mientras el barco y sus pasajeros se lleven bien, no hay problema. A
pesar de que estos últimos han desmontando más de una vela, quemado más
de un mástil, perforado alguna cubierta o destrozado algún que otro
remo, de momento, el barco les permite seguir a bordo y los lleva en su
periplo por las maravillosas aguas de la Creación.
La vida en el barco, en general, no es fácil. La mayoría de pasajeros no se enteran de lo que pasa,
ya que el barco es muy grande y permite que haya multitud de recovecos y
lugares donde pasar tranquilamente la travesía, ocupados en pequeños
quehaceres.
Además, desde hace mucho tiempo, la mayoría tampoco sabe que
el barco fue asaltado por piratas, que, escondidos en lo más alto de
los mástiles y tras las sombras de las velas, se han ido apoderando de
todo lo que había en el barco, dirigiendo a ciertos tripulantes que
tenían anhelos de mando, para que pusieran a los pasajeros a hacer
ciertas cosas, a que trabajaran para ellos de forma sutil, que se
pasaran todo el día limpiando las cubiertas, ordenando las bodegas,
haciendo los trabajos de mantenimiento, etc., con tal de que no
prestaran atención a nada que no fuera su pequeña parcela de terreno
dentro del barco, sobre la que les habían hecho creer que tenían algún
tipo de derecho o control.
Además, algunos de los tripulantes, muy
hábiles ellos, se pusieron de acuerdo con los piratas para que les
dejaran mandar completamente en el velero “sin que se notase mucho”, a
cambio de ciertos poderes y favores, así los piratas no tendrían que
preocuparse de gestionar ellos mismos a la masa de pasajeros.
Con el tiempo, el barco fue cruzando diferentes
mares, pasando por zonas de tormenta y por zonas de calma, haciendo que
las aguas, el viento y las energías del océano fueran poco a poco
cambiando la estructura del velero.
El barco mismo ya sabia dónde tenia
que ir y lo que le iba a suceder, pues era su deseo llegar a cierto
puerto y sufrir una transformación y renovación total, pero los
pasajeros en general no tenían ni idea, y tanto los piratas como los
tripulantes que intentaban dirigir el velero por su cuenta, no hacían
más que mover el timón a escondidas para ir en dirección opuesta a donde
esas corrientes evolutivas les llevaban sin remedio.
Este tira y afloja duró mucho tiempo, pues algunos
pasajeros del barco que sabían lo que estaba pasando, colaboraban
activamente para ayudarle a llegar a su destino, luchando primero contra
los tripulantes amigos de los piratas, y contra los mismos piratas
luego, pues ya habían descubierto sus escondrijos en lo alto de los
mástiles, y ya eran bien visibles para unos cuantos que sabían mirar
hacia arriba y entender que es lo que estaba pasando.
Como el barco en si también quería continuar con su
camino sin mas dilación, decidió pedir más ayuda a barcos vecinos, para
que otros pasajeros de esos barcos, que tenían sed de aventuras y una
ganas de ayudar enormes, pudieran subir a bordo y colaborar con los que
ya estaban allá para pararles los pies a los piratas.
Estos, por su
parte, se resistían a abandonar el lugar, y se peleaban entre ellos
creyendo que, ilusamente, algún día se quedarían con el barco por
completo. Mientras tanto, los tripulantes mandones con los que tenían
acuerdos empezaron a no entender nada, pues las guerras internas se
hacían cada vez más patentes y ya no se sabia quien mandaba a quien y
quien era quien, ni siquiera entre los piratas.
La llamada de ayuda
siguió atrayendo a bravos marineros de otros veleros que ya se colaban
por todas las pequeñas escotillas poco vigiladas, y decenas de pequeñas
balsas, embarcaciones y algún que otro portaaviones,
de otros lados del océano empezaron a acumularse alrededor del barco, a
una distancia segura, para intervenir si la cosa se ponía muy fea, o
simplemente para permitir que sus marineros entraran y salieran del
velero a medida que iban cumpliendo sus misiones.
Así, el tiempo fue pasando y el rumbo original se fue
más o menos manteniendo, hasta que la situación se hizo mucho más
complicada.
Sabiendo el barco, como ser consciente que era, que
sus pasajeros, si querían acompañarle a su nuevo destino, tenían que
tener unas ciertas condiciones físicas, para no marearse, para aguantar
las nuevas aguas, para poder hacer frente a las vicisitudes del nuevo
rumbo, se dio cuenta de que, desafortunadamente, muchos pasajeros, como
se habían pasado el trayecto metidos en sus camarotes y preocupados por
sus pequeños quehaceres en el barco, jamás se habían asomado a cubierta,
no habían conocido el mar, no se habían ni siquiera relacionado con el
barco como ser que los acogía, etc., y no tenían las condiciones
necesarias para seguir con él en su camino.
Esto, por supuesto, no se
hacia con animo de sentar juicios de valor o morales, pues el barco
sabia que cada pasajero llega siempre a su destino, no importa el tiempo
que se tarde en ello.
Pero algo había que hacer, pues por un lado, el
velero ya cansado quería poner rumbo directo y las velas hacia unas
nuevas aguas, más turquesas, cristalinas y calmadas, y por otro lado
tenia que proporcionar a los pasajeros una forma de que estos siguieran
con su rumbo evolutivo hasta que estuvieran listos para reunirse con él,
en aquellas nuevas aguas, cuando estos estuvieran preparados para ello.
Así que, el barco, tras mucho jaleo interno y con
mucha ayuda exterior de todos los que habían venido desde los cuatro
mares a asistir, decidió separarse en dos. Este, que era muy sabio, hizo
una copia de si mismo, se hizo un doble, y decidió que poco a poco ese
doble se iría separando, y llevaría con él a aquellos que quisieran ir a
navegar por lugares más apacibles y empezar un nuevo viaje sin piratas,
tripulantes controladores y demás.
Lo que pasa, es que el proceso de
separación no podía ser instantáneo, tenia que hacerse suavemente y con
cuidado, moviendo discretamente y sutilmente a los pasajeros según la
versión del barco en la que debían estar por derecho evolutivo.
Además,
se ayudó a que todo el mundo supiera que era lo que estaba pasando, para
que aquellos que, ejerciendo su libre albedrio, decidieran prepararse
para irse con el nuevo barco, y no seguir ya con el antiguo pirateado.
Mientras tanto, en este último, las cosas iban de mal
en peor. Los piratas no paraban de pelearse entre ellos, y además se
peleaban con los marineros recién llegados de otros barcos, en un
intento de estos últimos de evitar que bloquearan el proceso de
separación y que los pasajeros pudieran subir al nuevo velero.
Los
marineros venidos de fuera querían a toda costa preservar el velero como
tal, su bienestar era lo más importante, así como mantener abierta la
posibilidad de saltar al nuevo barco.
Para ello, se instauró un gran
tablón de madera que, firmemente sujeto, conectaba la baranda de un
barco con otro, una gran pasarela que, a la vez, separaba ambos barcos
pero los mantenía por otro lado interconectados hasta que el proceso de
separación total se hubiera completado.
Aquel gran tablón permitía, si
se mantenía estable, que las cosas se fueran dando poco a poco y
paulatinamente, consiguiendo que muchos pasajeros empezaran a saltar de
un lado a otro, y también permitía que los que ya estaban en el nuevo
barco, pero querían volver a ayudar a otros a cruzar, pudieran hacerlo
temporalmente con relativa seguridad.
Esto era lo más difícil.
En el viejo barco había
muchas cubiertas, muchos niveles, y los que estaban en las cubiertas más
profundas eran los más difíciles de alcanzar. Ahí, en esas cubiertas
más profundas, había toda clase de choques, peleas y batallas por los
recursos del barco, que los sistemas de información que existían por
todo el velero viejo se encargaban de transmitir al resto de cubiertas y
pasajeros.
Realmente, si no vivías en una de esas cubiertas todo
aquello no te afectaba mucho (excepto por los ruidos y las
preocupaciones de que no se extendiera todo aquel jaleo a tu zona), pero
mantenía la tensión constante entre los pasajeros que, pendientes del
sistema de información global, no dejaban de mirar siempre hacia la
cubierta inferior olvidándose de que el otro barco se iba separando cada
vez más y que la gran pasarela intermedia no iba a durar para siempre
conectada entre ambos veleros.
Por el libre albedrio y el trabajo de cada uno,
muchos pasajeros al ser más y más conscientes de la situación
abandonaban las cubiertas inferiores, y empezaban a descubrir lo que
empezaba a suceder en las otras partes del velero viejo, algunos
descubrían la pasarela de paso, y conseguían con esfuerzo personal
cruzar al nuevo barco, donde también llegaban las noticias de lo que
sucedía en el fondo del barco viejo, pero ahí ya no tenían ningún
influencia.
Otros pasajeros, lamentablemente, en vez de huir hacia las
cubiertas superiores, se dejaban arrastrar por el lio que había formado
abajo del todo, y terminaban bajando de su cubierta a otras más
profundas, haciendo casi imposible que los marineros venidos de fuera y
los pasajeros que sabían lo que pasaban pudieran echar cuerdas y sogas
suficientemente largas como para que estos se pudieran enganchar y ser
izados hacia cubiertas superiores.
Y eso duró y duró, el barco no cejaba en su empeño de
mantener ambas opciones todavía juntas, separándose lentamente, pero
intentando alcanzar a cuantos más pasajeros mejor.
Cuando los piratas se
dieron cuenta del papel que tenia la gran pasarela entre barcos,
intentaron también desestabilizarla, romperla, quitarla, ya que si se
iban todos los pasajeros al nuevo barco, donde ellos tenían prohibida la
entrada, ¿a quien iban a gobernar? ¿quien se iba a quedar en el barco
viejo para hacer todas las tareas de mantenimiento? Ellos no, por
supuesto, era necesario mantener a cuantos más pasajeros mejor ahí
atrapados.
Los piratas ordenaban más y más a los tripulantes
compinchados para que la liaran más gorda en los pisos inferiores del
barco viejo, aunque había tal descontrol que muchos de estos tripulantes
empezaron a pensar si no era mejor abandonar ya el velero de una vez
por todas, pues parecía que se les estaba yendo de las manos el control.
De todas formas, la mayoría de ellos, como no conocían otra forma de
vida, y no sabían existir sin ser manejados y guiados por los piratas,
seguían acatando ordenes y seguían moviendo sus piezas en el viejo
barco.
¿Y que sucedía mientras tanto en el nuevo velero?
Pues que muchos de los pasajeros que habían cruzado la pasarela se
mantenían cerca de la misma, se resistían a creer que el barco donde
habían vivido siempre ya no iba a ser su hogar, porque no entendían que
ese mismo barco ahora se iba a convertir en un súper-crucero de lujo, y
no acababan de creérselo.
Estando tan cerca de la pasarela, algunos iban
y venían entre las dos versiones del barco que existían en esos
momentos casi solapadas por completo, aunque la mayoría empezó a
comprender que, para seguir adelante, había que acelerar el proceso de
separación entre ellos.
Muchos de los que habían cruzado al nuevo barco
en las primeras oportunidades de paso, estaban ya tan alejados de los
ruidos del velero viejo que ni notaban su presencia, y oteaban al
horizonte viendo como se iban acercando a las aguas cristalinas a las
que iban a llegar, y como una parte de la embarcación, la más alta, como
por arte de magia, empezaba a transformarse en ese nuevo crucero de
lujo que sería su futuro hogar.
Así, los que estaban más preparados, empezaron a
percibir ya las nuevas habitaciones y camarotes, la nueva cubierta, las
nuevas velas y la nueva decoración que había en el nuevo crucero que
empezaba a asomar por la proa, ¡que maravilla!!
Y no hacían más que
gritar a los que estaban en la parte más baja del nuevo barco que se
olvidaran del viejo, de sus peleas, de sus tejemanejes, y que subieran
más y más arriba, que empezaran a contemplar la transformación y a
disfrutar del nuevo crucero que poco a poco se iba manifestando.
Algunos les hacían caso, y por fin se liberaban de
las tribulaciones del viejo barco, que no es que no existieran, sino que
los ecos de lo que sucedía en él ya no tenían importancia, y ya no
valía la pena preocuparse por ello.
Mientras tanto, montones de
marineros y pasajeros valientes seguían manteniendo firme la pasarela de
paso, ayudando a saltar de un lado a otro a la gente, y dejando que
aquellos que por su propia iniciativa deseaban seguir en el viejo barco
así lo hicieran.
¿Y que pasó luego?. Pues el final de la historia aun
os lo tengo que contar, pero permitidme que lo deje para otro momento,
porque no es cuestión de chafar el final de la película cuando la puedes
vivir en primera fila. Solo os diré que, al final, los dos barcos se
separaron, y que el viejo barco se fue por las mismas aguas por las que
había navegado toda su existencia, y, pasado un tiempo de navegación
prudente, pasó por unos astilleros, donde lo desguazaron por completo, y
lo volvieron a reconstruir, sin piratas, sin tripulantes y sin
pasajeros (ya que estos habían ido abandonando poco a poco el viejo
barco encarnando en otros con características parecidas), solo con
plantas, animales y vida fresca, para que iniciara otra ruta por las
mismas aguas que tanto tiempo había surcado en una nueva rueda
evolutiva.
Por otro lado, el nuevo velero, convertido ya en crucero de
lujo, hacia lo mismo, en otras aguas, y con parte de los pasajeros,
mientras servían cócteles de piña colada y todos cantaban el himno de la
alegría por la gran aventura que todos habían vivido.
Y así, colorín colorado… este cuento no ha más que comenzado…
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