Saúl en Español. Todos en los reinos espirituales nos regocijamos, porque les hemos echado de menos
11-08-2013
Ahora
te estás preparando para levantar el telón y dejar entrar la luz de su
Amor eterno para ti, y todos en los reinos espirituales se regocijan,
porque los hemos echado de menos.
Tú
y yo, la humanidad, Dios, la fuente de todo ser, somos Uno, porque todo
lo que existe está contenido en el campo infinito del Amor divino más
allá del cual no hay y no puede haber otra cosa, nada en absoluto.
La creación, Dios, el campo en el que todo existe, es completo, y paradójicamente, siempre se expande. No hay límites.
Es tan simple como eso, y sin embargo es mucho más complejo de lo que puedes imaginar.
Cuando
despierten a la Realidad, lo que eres y quien eres comenzará a hacerse
evidente, y esto los deleitará, asombrará y sorprenderá absolutamente.
Eres eterno – un ser inmortal para siempre Uno con Dios, y sin embargo
has estado experimentando, por tu propia elección, una intensa sensación
de separación, un estado que es imposible: la individualidad, seguida
de la muerte.
Sólo tienes que saber, como en verdad lo haces, que sólo existe la vida, no hay alternativas.
Sabiendo esto, como lo sabes, no hay necesidad, razón o justificación para el temor y todos sus complementos.
Son
solo Dios y tú, y tú vas a despertar a la Realidad de esto ya que
colectivamente han tomado la decisión y la determinación de permitir que
la ilusión se disuelva.
La unidad es un estado de alegría pura no adulterada, y nada puede interferir con ella, modificarla, eliminarla u ocultarla.
Es constantemente consciente, viva y amorosa, pero tú preferiste fingir
que esto no era así, y has soportado un sufrimiento interminable como
resultado.
Finalmente,
cuando las profundidades de la separación fueron experimentadas en tu
pesadilla actual, hiciste la elección de despertar y en consecuencia
volver al Amor.
Esa decisión se adoptó en el instante en el que elegiste imaginar la
separación, y en ese instante estaba contenida toda la historia de la
ilusión.
Dios es integro en ti, y tú en Dios, y esa integridad es indisoluble y permanente, eterna.
Es
el único estado o condición, a pesar de que por un corto periodo de
tiempo, un tiempo extremadamente corto, te negaste a reconocerlo por
atrincherarte en un entorno imaginario que construyeron en una pequeña
sección de su mente colectiva, y luego bajaron la cortina, cerrándose a
la Luz del Amor de Dios, a la Realidad.
Sin Su Amor, lo que es imposible, todo sería muy oscuro, y eso es lo que decidiste experimentar.
Ahora
te estás preparando para levantar el telón y dejar entrar la luz de su
Amor eterno para ti, y todos en los reinos espirituales se regocijan,
porque los hemos echado de menos.
Yo y tú, nosotros y ustedes, nosotros y tú son términos confusos para una situación muy confusa.
Todos
estamos eternamente presentes los unos para los otros, muchas caras,
muchas mentes, y sin embargo, sólo una mente, la Mente de Dios.
Todos
estos términos de separación, los pronombres – Yo, tú, él, ella,
nosotros, ustedes, vosotros y ellos, en mayúsculas y en minúsculas – son
confusiones de la ilusión, y en realidad no tienen ningún sentido.
Y sin embargo, todos somos aspectos infinitos de Dios, nuestra fuente, jugando e interactuando dentro de la Unidad.
Es
un estado de infinita alegría al que vas a volver después de lo que te
ha parecido una muy larga estancia en el extranjero, o en un universo
totalmente diferente.
Ha
sido sólo momentánea, porque Nuestro Padre no permitiría que sus amados
sufran, pero tu experiencia en ella, por tu propia elección, ha
parecido interminable.
Y debido a eso nos da una gran alegría saber que su experiencia “impía” casi ha terminado para ustedes.
En realidad no hemos estado preocupados porque por supuesto entendemos plenamente la irrealidad de la misma.
No
obstante, nos ha entristecido ver que aparentemente han sufrido grave y
angustiosamente, a pesar de que, y porque, ha sido por su propia
elección.
En la medida que el momento de tu despertar se acerca, nuestra alegría se intensifica.
Con muchísimo amor, Saúl.
Traductor: Rossana Carmona
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