por Dana Mrkich
9 de Octubre 2013
9 de Octubre 2013
Vivir
en el AHORA es una sensación interesante, casi parece que no estamos
sobre suelo firme; sin embargo, en realidad es más estable que donde
acostumbrábamos a pararnos constante y predominantemente: en el pasado o
en el futuro.
Vivir en el pasado puede traernos emociones como ira,
lamentación y resentimiento gran parte del tiempo. Vivir en el futuro
resulta en mucha preocupación, miedo, duda y ansiedad innecesarias que
no nos ayudan.
Vivir en el Ahora se siente... bueno, al principio se
siente extraño. Sí, puede sentirse muy calmante y tranquilizador el
permitirse confiar en la vida, en sí mismo y en la conexión con aquello
que te guía, todo el tiempo. No obstante al principio puedes sentir que
estás en el vacío; ni aquí ni allá.
Estamos
acostumbrados a apegarnos a las cosas, a las pertenencias, a las
personas, a las situaciones, a los empleos. Si se saca al “tiempo” fuera
de la ecuación, de repente un montón de cosas se vuelven irrelevantes.
Simultáneamente unas pocas cosas sobresalen como verdaderamente valiosas
y preciosas para ti, conduciendo a una mayor apreciación de lo que es
verdaderamente importante, y a un mayor deseo de vivir tu vida de
acuerdo a eso.
Vivir en el Ahora conduce a una
sensación de desapego en relación con ciertas situaciones que antes te
hubieran mantenido “enchufado”. Idealmente, esto es un desapego
saludable de aquellas cosas que realmente no te servían, pero los
desapegos de cualquier tipo pueden sentirse desconcertantes.
Pueden
hacerte sentir “desconectado” si es que has estado demasiado apegado a
alguien o algo exterior a ti, o si previamente referías tu sentido de
identidad a ese alguien o algo.
Hace poco apareció un
comentario muy relevante de alguien que dijo: “Bueno, ¿vivir en el Ahora
significa no preocuparse por las facturas del mes próximo?” Dejo
constancia de que he aprendido a no preocuparme por las facturas de la
próxima semana, ni qué decir del próximo mes; y sí, esto incluye esos
momentos en que no tengo idea de dónde vendrá.
He aprendido a confiar,
no por fe ciega, sino por una experiencia tras otra en las que el dinero
que realmente necesitamos siempre llega cuando más necesario es. Esto
no significa sentarse a esperar que caigan milagros del cielo.
Uno
aprende a escuchar a sus instintos, a seguir los avisos y los
empujoncitos internos. Son las llaves que destraban y abren las puertas
de la oportunidad. Son las miguitas de Hansel y Gretel que nos conducen a
sincronicidades mágicas (naturales). Son nuestro GPS interno
funcionando, ofreciendo momentos de claridad en lamparitas que dicen:
“¡Por aquí, por aquí!”
En un momento al azar, o no tan
al azar, hace 21 años, me quité el reloj y no he vuelto a usar ninguno
desde entonces. ¿No tener un reloj pegado a mi cuerpo me habrá ayudado a
vivir en el “Ahora”?
Por supuesto que tengo que mirar relojes, como
todos, porque hay lugares a donde ir, personas con quienes encontrarse,
etc. (En realidad nunca tuve reloj en mi casa tampoco – no es difícil
enterarse de la hora, gracias a los teléfonos, computadoras, coches,
etc.).
Personalmente creo que a mí me ayudó. Sin embargo, tengo
curiosidad: ¿alguien más sintió la necesidad de no usar reloj? ¿Ha
sentido que esto marcó una diferencia en su vida?
© Dana Mrkich 2013 Se concede permiso para compartir libremente este artículo a condición de que se dé crédito al autor y se cite la URL www.danamrkich.com
Traducción: M. Cristina Cáffaro
Difusión: El Manantial del Caduceo http://www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm
© Dana Mrkich 2013.
Se concede permiso para compartir libremente este artículo con la
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