Madurez Espiritual. El Despertar de la Conciencia, ¡regalo divino!
Por Lola Landa
Para retomar
del tema que habíamos tratado, vamos a ubicarnos en la Crisis
Existencial que toda persona debe experimentar en su vida, para iniciar
el viaje que completará su evolución. Se vive en el momento de la vida
cuando nos preguntamos de manera profunda y real: ¿Qué quiero hacer con
mi vida, adonde voy y para que vivo?
Esta crisis existencial que se vive previa a cuando vamos a empezar el camino del despertar es una época muy dolorosa.
Y, ¿qué significa Despertar?
Es la toma de conciencia de nuestra verdadera identidad divina. Y se da
justo a partir de habernos rendido al control de nuestra vida, porque
lo que hasta ese instante hemos hecho, no nos quita el sufrimiento de
sentirnos vacíos.
El
momento del Despertar se da en un nivel alterado de conciencia. Lo
común es tener una experiencia mística donde nos sentimos unidos al
Todo. Donde podemos decir en nuestro interior, que somos hechos a la
imagen y semejanza de Dios.
Es cuando sentimos el poder omnipresente de
Dios, unidos a la Luz, a la Abundancia, al Amor; siendo parte de ese
manantial infinito sin fronteras, ni límite alguno. Es cuando nos damos
cuenta que esa experiencia nos lleva a una realidad no conocida
anteriormente, ni experimentada jamás. Y que nos deja una huella tan
grande en nuestra alma, que deseamos a toda costa seguir esa luz
buscando más adentro para encontrar el sentido de esa experiencia llena
de un profundísimo Gozo y Paz.
Pero esa experiencia, es sólo
momentánea, se va, y volvemos a la realidad de la densidad de la 3D. No
por eso, es imposible lograr de nuevo ese estado de conciencia; sino
precisamente que requerirá de comenzar el camino hacia un itinerario
espiritual que nos llevará a descubrir, después de mucho andar, el
estado de iluminación permanente.
Este estado deseado por todos los
seres humanos más no conocido por la mayoría, es hacia donde estamos
caminando actualmente. Ya que se va dando poco a poco a partir de la
renuncia constante a los deseos humanos para encontrar los deseos
espirituales como la Felicidad, la Paz, el Gozo, la Libertad, la
Plenitud. Ya que hemos descubierto nuestra verdadera identidad divina.
Hemos hablado antes de eso,
pero hoy específicamente les quiero describir a grandes rasgos este
camino de toma de conciencia de nuestra divinidad hasta llegar a al
Hogar, de donde salimos como espíritus enmarcados en un cuerpo para
hacer un trabajo específico en la tierra. Y ése es nuestro verdadero
trabajo en la tierra, encontrar la Luz y fusionarnos a ella.
La crisis existencial, nos
marca un parte aguas en la vida y gracias al sufrimiento desgarrador que
se vive, nos da la posibilidad de voltear hacia el otro lado de donde
veníamos caminando. Este nuevo caminar es hacia nuestro interior,
conociéndonos desde dentro, trabajando en nuestras sombras y en qué
consiste verdaderamente nuestra Esencia Divina.
Si nosotros en nuestra oración
pidiéramos que nos enseñe Dios en qué consiste ser su Hijo, estaríamos
siendo escuchados inmediatamente y ese conocimiento nos llegaría a
través de la intuición.
Estar
inmersos en esa consciencia de hijos de Dios es la conciencia Crística,
es cuando somos Cristos. Recordemos a San Pablo cuando dijo: “Ya no soy
yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. No dijo es Jesús quien
viven en mi, sino Cristo, es muy profunda esta diferencia, pero
determinante para entendernos como hijos de Dios.
Son términos difíciles de
entender, Theilard de Chardin, jesuita de principios del siglo XX, nos
fue diseñando el camino para entenderlo; pero Paramahansa Yogananda,
Gurú hindú que llegó a América en los años 30s, nos lo dice muy
claramente: “Asumir nuestra Conciencia Crística es asumirnos como hijo
de Dios”.
Jesús se Cristificó en el
momento de su bautismo cuando empezó su misión. El tuvo esa iniciación,
esa expansión de conciencia para entrar de lleno a su misión.
Anteriormente fue llevándose a cabo su preparación y aprendizaje para
asumir su tarea en la tierra.
Asumirnos en esa conciencia
Crística como hijos de Dios, nos da la posibilidad de llegar
posteriormente a la Unión con Dios en la Conciencia Divina, del Todo,
del UNO.
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