Adrián Salbuchi: ¡Hola!, Chipre… ¡Volvamos a lo básico!
Mucho se viene diciendo acerca de la crisis del euro que hoy
estalla en Chipre y que –al igual que sus recientes versiones griega,
irlandesa, española, portuguesa e italiana– sigue siendo un tumor
maligno en el cuerpo político, económico y social de la Unión Europea.
¿Existe alguna explicación basada en el
sentido común de porqué las finanzas de la Eurozona se han vuelto locas,
y hoy amenazan matar las economías reales mayormente sanas de las
naciones europeas?
La economía: ¿una ciencia exacta o una rama de la psicología?
Cuando transitamos tiempos estables y predecibles, la economía es
tratada como una ciencia exacta por banqueros, académicos, periodistas y
políticos alineados con los dueños del poder del dinero.
Toda penuria económica o social queda explicada como resultante de
las “leyes de la economía” en obediencia a la “mano invisible” del
mercado. La jerga confusa de los economistas jamás nos explica que esa
“mano invisible” es movida por un “brazo” musculoso, dirigido por un
“cerebro” perverso…
Procuran convencernos que es “normal” que mercados, economías y
países enteros suban, bajen, incluso caigan en megacolapsos. Semejantes
tonterías económicas son usualmente suscritas por “genios” salidos de
universidades como Harvard, Londres o Chicago, debidamente prestigiados
con algún Premio Nobel en economía, y profusamente publicitados por los
grandes medios especializados, notablemente el ‘Wall Street Journal’ y
el ‘Financial Times’.
Ahora bien: cuando el clima económico se pone muy feo, y las oleadas
de inestabilidad monetaria, los vientos de crisis bancarias y los
huracanes de pánico empiezan a amenazar con hacer naufragar las barcas
de las economías nacionales y regionales, entonces la “ciencia
económica” solo ofrece una respuesta: ¡qué cada cual se salve como
pueda! O… que cada banquero logre que el “gobierno” les tire un gran
salvataje…
En la economía lo que cuenta es la confianza, sea real o percibida.
Esa es la razón por la que las sedes de los megabancos se parecen a
verdaderos fuertes o sólidos templos. La idea es clara: cuando se
ingresa a un banco, se ingresa al gran Templo del dios Mamón. Los
olimpos financieros como los bancos centrales de los países nos exigen
que “confiemos” en ellos tal como se confía en Dios al ingresar a una
iglesia; quieren hacernos creer que también ellos reinan por los siglos
de los siglos.
Pero, como bien lo explica el analista británico Peter Young en RT Op-Edge hablando de Chipre (http://rt.com/op-edge/eu-confidence-crisis-backbone-055/)
“la confianza es un asunto intangible. Medir la confianza tiene algo
de magia negra. Jamás podemos estar totalmente seguros de tener 100% de
confianza”.
Así es. Al igual que la virginidad: cuando se pierde, se pierde para
siempre. De manera que cuando la confianza titubea respecto de algún
banco, o surgen rumores de devaluación, o alguna gran corporación está
por colapsar, la “confianza” rápidamente se transforma en corridas
bancarias, pánico y colapsos mortales.
Lo que Chipre prueba en el 2013 es que, al igual que la Argentina en
2001, la “confianza” a menudo tiene poco o nada que ver con la realidad,
especialmente cuando se la hace pasar por esa fábrica de mentiras que
son los multimedios globales. Pues, como toda percepción, a esa
“confianza” se la puede manipular para engañar, confundir, ocultar la
verdad y distorsionar la realidad.
Cuando las cosas empiezan a funcionar realmente mal, se mantienen
esas mentiras todo el tiempo que resulte posible para darle tiempo a
aquellos que sí conocen la verdad, a salirse discretamente y sin sufrir
daños del camino de la tormenta inminente. Una vez que están a una
distancia segura, entonces sí, ¡que todo se vaya al mismísimo diablo!
Eso ocurrió cuando el colapso masivo bancario, financiero y monetario que sufrió la Argentina en 2001/2: caos social, docenas de muertos en choques con la Policía, 50% de la población debajo de la línea de la pobreza, caída del 40% del PIB y sin embargo…. ¡No cayó ni un solo banco!
Déjà-vu “otra vez”
El entonces presidente argentino Fernando De la Rúa y Domingo Cavallo -su ministro de Economía ‘mago’ protegido de Rockefeller y Soros- hicieron todo lo que los megabanqueros necesitaban para superar la tormenta, al tiempo que no hicieron absolutamente nada para ayudar al pueblo trabajador que perdió sus ahorros, sus trabajos, sus pensiones, casas y salud…
No habrá de sorprender que más de una década después, el Gobierno
argentino asegura un ambiente de “negocios normales” para los banqueros.
Es que los políticos y los banqueros siempre duermen juntos (milagros
del dinero, las coimas y las prebendas…)
¿Y qué del pueblo trabajador? Los trabajadores argentinos siguen
caídos sufriendo todo tipo de abuso por parte del Gobierno Kirchner:
inflación, una prohibición total de acceder a divisas (ni siquiera para
viajar al exterior), una persecución fiscal por la agencia fiscal AFIP
absolutamente obscena y repugnante.
¿Por qué? Porque cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner
debe elegir entre el interés del pueblo trabajador y el de los
megabanqueros, sistemáticamente elije a éstos últimos… por supuesto
presentándolo con el correspondiente maquillaje y barniz multimediático…
¿Les suena familiar todo esto? ¿España? ¿Italia? ¿Grecia? ¿Irlanda? ¿Chipre? ¿El Movimiento Ocupa Wall Street…?
Un pequeño consejo: no le crea a los multimedios. No le crea a los políticos mentirosos en el gobierno y, por sobre todo, ¡no le crea a los megabanqueros!
¿De qué se trata realmente?
Un pequeño ejemplo: si usted está tomando un café con alguien que le vuelca el café encima: ¡Disculpas! Fue un accidente…
Si es persona vuelve a volcarle el café a los cinco minutos: ¡Mi Dios, qué mala suerte!
Pero si lo vuelve a hacer a los tres minutos, entonces, esa persona
¡LO ESTÁ HACIENDO A PROPÓSITO! Mejor mantenerse bien lejos de ella…
Veamos ahora las recurrentes crisis de bonos soberanos y bancarias:
la Argentina sufrió cuatro de estas “crisis de deuda” a lo largo de los
últimos cuarenta años, que fueron todas muy similares a lo que luego
ocurrió en Estados Unidos en 2008; que fue idéntica a las crisis
bancarias del Reino Unido e Islandia, que luego se repitió en Portugal,
España e Italia; que luego explotó en Grecia, y que hoy les está robando
todo a los pobres chipriotas. ¿Accidente? ¿Mala suerte? ¡No…! ¡Se
trata de un sistema!
En verdad, estamos ante un caso de gigantesco fraude global
perpetrado por un poderoso grupo de megabanqueros que, encima lo hace
“legalmente”, pues son ellos quienes financian, promueven y controlan
los puestos clave de los gobiernos en sus poderes ejecutivo, legislativo
y judicial, en casi todos los países del mundo.
Se trate de la Argentina o Brasil; Estados Unidos o Reino Unido;
España o Italia; Grecia o Chipre. El mismo cuento; a menudo con los
mismos protagonistas banqueros.
¿Por qué?
Porque el compacto y poderoso grupo de megabanqueros globales ha
hecho un gran esfuerzo a través de los multimedios, las universidades y
sus propios operadores para ocultarnos un factor clave del que nadie
jamás habla: la diferencia fundamental que existe entre el dinero
público (emitido por el Estado) y el dinero privado (creado de la nada
por los bancos privados).
Dinero público son los dólares, euros, pesos y libras que circulan
por todo el mundo emitidos por autoridades bancarias públicas,
usualmente el banco central con derecho de emisión monopólico. Si
cualquier ciudadano privado pretendiera hacer lo mismo, seguro que
terminará con sus huesos en la cárcel.
Y así debe ser, pues falsificar
dinero público agrega dinero al circuito de circulación monetario, pero
no agrega ningún valor (trabajo) a la economía real. El mensaje al
pueblo es claro: ¿Quieres dinero? ¡Trabaja para obtenerlo!
Con el dinero Privado, sin embargo, las cosas son muy diferentes,
pues es creado por el sistema bancario privado, abusando del Factor
Multiplicador Bancario que les permite legalmente crear préstamos por
montos 10, 20, hasta 50 veces la cantidad de dinero real que tienen en
sus tesoros, y luego cobrar intereses por esos préstamos creados de la
nada.
Pero la realidad demuestra que este dinero privado creado de la nada
es apenas una cifra en su estado bancario o un numerito en la pantalla
del cajero automático. Y, como todas las pantallas, puede apagarse en un
instante… El mensaje a los banqueros es claro: ¿Quiéres dinero? ¡Pues
créenlo de la nada!
La gente comprende esto instintivamente, lo que explica porque
millones de argentinos hicieron largas colas ante los cajeros
automáticos esperando recuperar algo de “dinero de verdad” (a pesar del
‘corralito’ impuesto por Cavallo que limitaba las extracciones a apenas
250 pesos semanales). Once años después y en Chipre se repite
exactamente lo mismo: la gente tratando de retirar aunque sea 100 euros
por día antes de que se terminen…
La trampa de la Deuda Pública
1) El poderoso grupo de megabancos globales utilizan su influencia y
control sobre los gobiernos y los políticos para hacer que se sancionen
leyes que hacen que el banco central jamás provea la cantidad correcta
de dinero público que la economía real de bienes, servicios e inversión
realmente necesita;
2) Entonces, aparecen en escena esos banqueros privados preguntándole
al gobierno: “¿Necesita dinero para construir autopistas, financiar la
defensa, educación, y la salud? Ningún problema: nosotros le prestamos
el dinero que necesiten…”;
3) Entonces, el gobierno toma prestado más y más dinero, endeudándose
sin ton ni son; y cuando no pueden devolverle capital e intereses…
4) Los megabanqueros refinancian una y otra vez capital e intereses
hasta que la nación víctima queda aplastada por el peso de una deuda
espuria y usuraria.
¡Maravillas del interés compuesto!
¿Qué camino tomaremos?
Imagínese que usted es presidente de su país, y necesita construir una autopista de 100 kilómetros que cuesta 120.000.000 dólares y demandará un año realizarla, a razón de 10.000.000 de dólares mensuales con los que se adquirirá cemento, acero, y pagará a constructores, arquitectos, obreros, etc. Todo está listo para comenzar. Usted tiene entonces dos opciones:
Opción 1: Pedirle a la banca privada un préstamo por 120.000.000 de
dólares a, digamos, una tasa de interés del 10% anual, lo que significa
que usted endeuda al Estado en 132.000.000 dólares. Los bancos que lo
financian seguramente tendrán otras exigencias tales como que deberá
contratar a tal o cual empresa constructora, aseguradora, consultora, y
proveedores de acero y cemento… El costo final de la obra probablemente
se acerque a los 140 o 150 millones.
Los políticos irresponsables de hoy toman la vía fácil de echar toda
esa deuda dentro del agujero negro del Déficit Público: ¡que el próximo
presidente o primer ministro se ocupe! Mientras tanto, el interés
compuesto hace que la deuda crezca y crezca: ¡música para los oídos de
los banqueros!
Aún más estúpida es la actuación de países como la Argentina que
toman préstamos en dólares para construir una autopista para la que
todos los insumos –cemento, acero, arquitectos, trabajadores- están
disponibles dentro del país, con lo que todos esos costos pueden pagarse
en moneda local sin necesidad de endeudamiento en dividas fuertes,
siempre tan difíciles de conseguir…
El resultado final: endeudamiento público en moneda extranjera por un
monto 40 a 50 por ciento superior a lo realmente necesario, que seguirá
creciendo sin control gracias al interés compuesto.
Opción 2: Usted le ordena a su banco central que emita 10.000.000 de
dólares en moneda local todos los meses durante 12 meses. Esto puede que
tenga algún efecto inflacionario temporario, que inmediatamente se
compensa dado que el gobierno comienza a recuperar parte de esa emisión
monetaria, en la forma de impuestos pagados por los proveedores del
cemento, acero, y servicios más los aportes laborales de los
trabajadores afectados a la construcción de la autopista.
Usted repite esta operación para el segundo, tercer, cuatro meses
hasta el mes 12 cuando se termina la autopista. Resultado final: buena
parte de la emisión monetaria volvió a las arcas del Estado en la forma
de impuestos, que podrá retirar de circulación, y la emisión restante
podrá recuperarla a largo plazo a través del cobro de peaje por el uso
de la autopista.
En realidad, casi toda esa emisión monetaria la
terminará absorbiendo la mayor demanda de la economía real, producto
directo de esa nueva autopista (estaciones de servicios, restaurantes,
nuevas localidades, etc. dónde antes no había nada).
Beneficios: Usted logró una obra de importancia social y estratégica solo utilizando su moneda local y pagando CERO en intereses. Si hace bien sus deberes, verá como el efecto inflacionario temporario queda neutralizado. Deuda Pública generada: CERO.
Usted juzgue: qué es mejor, financiar las necesidades públicas del
Estado con dinero público según la opción 2, o endeudarse con los bancos
privados según la opción 1, cuyo interés es que la deuda pública crezca
y crezca, incluso más allá de las posibilidades de repago del país
víctima, arrastrándolo así a una crisis de deuda soberana.
Así ocurre en país tras país. No se trata de un error. Se trata de
un sistema cuyo objetivo es lograr la dependencia financiera de las
naciones.
Es más, quizás el objetivo primario de los megabanqueros sea obtener
gigantescas ganancias, pero –más importante aún– el objetivo de los
dueños del poder global consiste en que esas deudas públicas impagables
les garanticen el control total sobre los Estados.
Para colmo de males, cuando esos mismos banqueros meten la pata en
forma irremediable como ocurrió a nivel global en 2008, aparecen los
gobiernos y multimedios clamando que hay que salvar a esos bonitos
bancos ya que son “demasiado grandes como para dejarlos quebrar”.
¿Usted deposito su dinero en un banco chipriota? Sorry… va a tener
que aportar el 20,50 o 100 por ciento de sus depósitos para salvar a los
bancos.
¿Se empieza a entender qué es lo que hay realmente detrás de este
sistema perverso, diabólico, fraudulento e inmoral de las “crisis de
deuda pública”?
Por Adrián Salbuchi.
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