Los gestos de cortesía y los desvíos del protocolo
siguen marcando el pontificado de Francisco, lo cual despierta ya no
sólo la alerta de los encargados de su seguridad. Ayer, el Papa
sorprendió a los guardias suizos que protegen el Vaticano, cuando le
acercó una silla a uno de ellos y le llevó un sándwich, disconforme con
la idea de que el hombre haya estado de pie toda la noche.
Ayer por la mañana, cuando el Sumo Pontífice salió de su
departamento en la residencia Santa Marta - donde decidió quedarse a
vivir al menos temporalmente en lugar de mudarse al departamento papal-
se encontró con un guardia suizo custodiando la puerta
Diarios locales reprodujeron la conversación entre el Papa y
el guardia que comenzó cuando el argentino Jorge Bergoglio le preguntó
si había estado despierto toda la noche y recibió un "sí" como
respuesta.
"¿De pie? -indagó el Papa- ¿No se ha cansado?". "Es mi deber,
Su Santidad, por su seguridad", le respondió, intimidado, el guardia.
Ante esta situación, el Sumo Pontífice se detuvo un momento y
regresó a su departamento. Minutos más tarde volvió, cargando una
silla, que depósito donde estaba su interlocutor.
"Al menos siéntese y descanse", le pidió Francisco,
despertando una fuerte sorpresa en el guardia, quien rechazó la oferta,
porque "las reglas no lo permiten".
Papa: ¿Las reglas?
Guardia: Mi capitán, Su Santidad.
Papa: Bueno, pero yo soy el Papa y le pido que se siente.
El Santo Padre no le dejó opción al guardia suizo, quien
debió cumplir las órdenes del jefe máximo de la Iglesia.
El Papa volvió a
retirarse, pero no definitivamente. Poco después, llegó con pan y
jamón, y se lo entregó al agente, quien no salía de su desconcierto.
"Bon apetit, hermano mío", le dijo, y se fue.
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